martes, 23 de enero de 2007



Grafía del Límite

i.m. Alberto Flores Galindo


Gran señora y gobernaba y hacía mercedes y fue casada
con Inga Roca. Y por esta señora fue respetado
grandemente su marido por los señores
grandes de este reino desde su jurisdicción[...]

Felipe Guaman Poma




Bájense prestas de este sueño de país
las sábanas de sangre tire su tinta
el muslo de selvas, su quejido de ovarios
esa lengua de crestas en los folios sagrado
no existe muerto más bello que el esperma
la cruz y la daga cogotean el fustán del sol
mi tierra uñando la estirpe de ojo tuerto.
Ámese el odre preñado y su alarido
la vergüenza del arcabuz aputado
yo soy la historia, usted la vida
calor de mantos sin geografías de coyas.
Que no falte honor, ni alfabetos, sí carne.



Textos textiles
[Cajamarca, 1532]



i.m. Ricardo Oré



Allí las brumas prendidas al astro
óyense así las nuevas lenguas y braman
Al fragor de las ciénagas de las sangres.
al rojo indio le corresponde las poleas
De la pólvora son los ayes del relámpago
el nudo ciego al arco iris y al río abajo
Un estupor que raja las manos de la gleba.
Ahora apuro el cañazo e hincho el buche.


En el susurrante sumando del do de oro
digo Cajamarca como el amargo reposo
De una gloria alucinada en sus llagas
el reino transpira a fiera perpleja
y atragantado vil se alza el credo ebrio
el de la serpiente rasga el tejido a dentelladas
la niebla escribe y hiere en la tela pétrea
el vino, la oliva y el trigo espolean la fe
se impone Bizancio y los fastos provenzales.


Un sarpullido dorado de centauros y alanos
fijan el alias de los héroes y sus botas
Y de los hoyos del cráneo el abismo del sol
registra en crónica de quejumbre y hierro
El hediendo desconcierto del rebaño indio
capitán de campañas, qué mortal merece vencido
Esta grey a recua y tinta de vizcachas
torvos para adentro y blasfemos en sus preñézes.







Matriz del fuego yermo

1. Ubre del renacimiento


Religiosa grandeza del monarca
Cuya diestra real al Nuevo Mundo
Abrevia, y el Oriente se le humilla.

Heroicos, Luis de Góngora




En ese entonces, en el principio digo, sólo el astro sin cruz
reencarnaba a los puros y probos sin alquimias ni hiel,
la piedra de los cielos negaba la muerte y sus profecías.
En ese tiempo, digo, las canciones se pintaban en las nubes.
haz solar enlosado de rótulas
Roca del instante, registro en el eterno vuelo estático
un cóndor petrificado en el tímpano
y un sol adjetivado por los flujos termales.
El hoy es la historia, de alzada atemporal
su melodía es torva con claves de acento en desconcierto
hablo de una memoria sin epigramas y atonal,
el corcel escribe sobre las desfiguraciones
la lengua reseca, la grafía cero.
La armadura desfallecida en los maizales, el oro
del celestial tramado desde el Potosí al proyecto Wari.
Belfos y navíos que sonoros esculpen la noche
la intriga vence a los metales
la armadura se tuerce con la indiada cómplice,
hombres del Pirú, amargos de morir hermanados
bella turba desbandada, reguero de miasma,
explota la vasija de chicha y la historia se derrama.





2. La yugular del oro


Yo he visto lo que digo y he hecho
con toda la experiencia.


Pedro Cieza de León

los ladridos rasgando el lienzo de un tiempo apacible
¡El estruendo!
Los navíos como islas inciertas bajo la niebla
¡Pizarro el porquerizo!

Inscripciones en un campo de retamas, Ricardo Oré





Se acaba. Entero en furias se fulmina
en el gesto trenzado su lengua arde a voces
sabe su fin, viejo nace urdido al viaje de la palabra
Atahualpa dícenle oclusivo, enfurece y testamenta.
Un circulo de sílabas lo ahorca en luces estertoras
ha vivido para encontrar el ardor, ahora se diluye
engulle su memoria, maldice, no otra y jura lo mismo
gotea letra a letra su reniego, fértil se crispa
un aura prensil lo incendia, se resplandece y amorata
la travesía le existe por esa eternidad de palabras y,
sus penachos y el libro, el tejido y su lápiz oral reposan a la sombra de sus nombres prietos.
Así escribe su rabia en la eterna sonrisa arcádica
de su tiempo imperecedero que ahora termina
fin del principio al final del origen y,
cómo decir, oh sueño, tu silencio en voces.
Cómo escribir insulso sin rastrear ese yo te juro.




3. El tormento del Credo

Un duro reposo y un sueño pesado
Como el hierro oprimen sus párpados
Y sus ojos se cierran en una eterna noche.

Libro XII, Eneida, Virgilio




Entre las raspaduras de la fe los antiguos peruanos
leían complejos la eternidad oyendo la lluvia.
esa grafía de los astros con garabatos en su sombra
que los gentiles abominaban con miradas de zorros.
Los otros, lamen la sal y se truecan en rencores
diente podrido a besos del alma que siempre pena
pellejos de placentas ahorcando el mito imberbe
empalada costumbre del credo empolvorado.
Qué reino fabuloso y cuánta miel combustible
contempla el puma que mi tensado telar que es éste,
cruz y trigo, ajenos a la anatomía del pecado
cielo contradictorio opuesto y corazón sin mujeres.
Vaya uno a saber qué del barro sin otro caso que contar sea
Si eso es justicia, señor, mejor el vértigo que es morirse.
Así ocurrió hace siglos y aquel divino tumultuoso
sabe tanto de amar como sus reversos desventurados.
Ahora hay que orar por la curvatura del mundo fidedigno
Y deberán tejer la convicción al lomo de la piedra

como nubarrones de la eternidad que arrastrarán el duelo.










Falca


Chita a la sal sobre mantel bordado



[Con dama almorzando en
el Costanera 700,
después, ella habla
de ideologías, Lima, 1,999]




Del cordaje matronal el pez luce acerado
su tesitura abrillanta el adobo y desafía
los dedos dispendiosos en la espátula de plata
y cariciosa trazas en soya el ideograma
un mohín, con rabia de vidrio de navajas giras el cuello
te queda ese rumor a grillo, un vaho a cisne remoto.
Liberal, explicas a Toffler, uñas larguísimas, un rubor.
Solitaria, despliegas mundo de un súbito medrar.
El presidente ingresa abrigado de comitiva. Él te sonríe.
Escribes una nota, alongada y displicente.
El vino blanco derrama indecente su brillo,
El presidente asiente mientras te observa y alza su copa,
la carne nívea de marinas se tensa
excelente sabor, firme tallado de la sapidez y el arroz.
Sólo el pueblo sabe más del pueblo, insistes.
El presidente ahora se retira a su justa siesta
Colas del camarón, garra del coral a su río quemado
usura del blindaje y su eructo sarnoso.
Abres los ojos y acurrucada al costado pides un beso.
Hija de puta, inolvidable.
Hoy los dos moran en los infiernos.



Capilla de San Bartolo al atardecer



Como exorcismo contra M.A.T.




1.


Aún tengo el sabor de las piedras en mi boca, hace frío
y en el balcón del hotel te acaricio horadando los océanos.
El Señor observa desde sus columnas ocres el mar sordo.
En lo alto del promontorio, la cruz arde envuelta de sonidos
que al ocaso se hacen ecos en el olvido del camal.
Oscurecida virgen mira el fondo de su templo a dos aguas
donde la fe del gozo vence a las palabras mordidas.
Y la inmensidad cicatrizada del pellejo de los cielos
ahoga la cáscara del océano y lo curva a su antojo.

El vapor aromático de las entrañas de los toros
sangre para mi cogote en buen vaso caporal.
Mi padre en su reata mi madre en la punta de su enagua
Era feliz y es cierto que apesto a tus vapores
Y ahora tu cuerpo del otro lado de la cama desmayado
más bello que el sopor de tu orgasmo vacuno
y me preguntas en la madrugada si el arenal
es tan azul como los ojos de los bueyes degollados.





2.


El anular toca el anzuelo de tu hocico y
qué otro cuerpo soldará a tu brida la palabra te amo
En la luz azul de la nada que dejó mi arpón
Que la usura y el destaje han olvidado
sobre todos los colchones tiesos de la agonía
cuajada sobre un epígrafe sin pétalos ni rocío
en el hierro de la noche sin tu timonel
y en el coro a tus relinchos tañendo de estruendoso tejido
cual grasa inerte podrida en el tiempo
que ni el mar olvida y jamás la memoria que te asfixia.






3.


Dermis de las naranjas y grupa generosa, sueño sin canto
y un sherzo sin coros como epitafio a barlovento.
Del estanque sin coágulos la sangraza hace sendas
Busca el sol y a borbotones gana la orilla e infecta.
Ahogada en el salitre y envuelta en la luz cenital
tu roes el seso glorioso del falo embriagado
y la sublime Aparición y el furioso susurro
cual beso falaz de un chelo enturbiado en piscos.

Virgen de los témpanos perdónanos a pesar del amor
desnudos viscerales engallaste mi maligno estilete.
Dos seres seminales y sus marinas feuilles mortes.
el latido galvanizado como ofrenda de los amantes

que se quisieron tanto que ahora están mejor muertos.




Polaroid

i.m. Cesáreo Martínez

Hoy he visto el diploma del agua en piedras canijas
Y estoy caviloso, tuerto y peligrosamente oscuro.
Arte de Navegar. Juan Ojeda


Retratada para ser olvidada por mi óxido
ausente en el quieto tiempo de su eternidad
recordarás el sepia insomne de tus ojos de noche
las iras que debajo de las sábanas solías enyeguar.
Regresaste sin voltear la mirada y sonreías
ese retrato que me observa desde su juventud
El mapa señalaba el afecto del
camino sin extrañar el norte calcinado,
viaja desflecado el temor en mis amores,
cruza el cielo el ave del silencio
no hay en la brújula un cabello
el deseo está sin rumbo y vive.
Qué país es éste sin crucifijo estelar
ese donde moran los enigmas de fe.
Para qué se ama sin rumbo estremecido
el cielo está enchufado al calentador
cierra los ojos y ámame sin pistilos.
La geografía suele cambiar los infiernos
el calor al intestino, el ojo a la hiel
con la ausencia de la mirada ahora sin cámara,
el mapa es efecto, nosotros sus límites.
Muriendo a contraluz sin su sonrisa que era su sol

tiznada de ocre aunque se aferre a mi corazón
como sus garras al tapiz de la eterna instantánea
y sólo te maldigo y obtengo tu retrato.



Kotodama




Por toda la hermosura
Nunca yo me perderé
Sino por un no sé qué
Que alcanza por ventura.

Manuscrito de Jaén, San Juan de la Cruz.





Soy sólo la trompeta de mi señor, les dije
Y hendí la niebla coagulada en el lunaje.
Hincado aguardé tu flujo celestial y la eternidad.
Vengo desnudo, me traigo a mi mismo, refulgo en tu voz.
¡Oh lengua! Para pedir compasión y rugir la verdad.
Señor, no soy el sol que tu mandaste a diseñar
En el verbo amargo y la plomada imperfecta.
Una hebra de tu traje, un rictus de tu sello,
Merezco el turgente perdón y más noche a mi fe.
Apenas tu voluntad hágase para vivir a ti, repetí.
Señor, sálvese el truhán y su hedor a cuatrogatos.
Soy su hijo, les dije, aunque ya no lo parezca.





Figura en obsequio de la sombra



Chuqchaytan wayra
Apachqan huq huaqllamanta
[El viento se está llevando
uno por uno el sueño de mi cabellera]

Máximo Damián según tradujo Arnulfo Fuentes mientras Hugo Crespo escuchaba.



1.

Mi criatura traveseó con A4AD, luego cerró los ojos.
Yo le dije uno siempre tiene la misma edad
Y tomé su muslo al latido de su jean
El vaho de sus entraña, ahora más fuerte y la tarde en su nuca.
Tiene apenas 18, habló su tallo, la emulsión de sus pechos.
Del dulce tiempo en la edad primera [Petrarca, dixit]
La lengua la enlazó acariciando sus junturas
El cuerpo tembloroso a mis dedos
El vello incendiándose en transitura al aullido
Leopardi diría:
Non sai che smisurato amor, che affanni intensi,
Che indicibili moi e che deliri movesti in me;
ne verra tempo alcuno che tu l’intenda.
Corazón mío, y te llevé a la cama y leve te abandonaste
Rodó el tablero y las piezas flotaron.
Y así estás expuesta al astro de la hiel
y el talud de sus turgencias brama cual yerba en venganza
en el arrobo del ecran y su ampolla somnolienta.


2.

Ahora retardas el haz de tus contornos en mi ventana
y ante la sorpresa del cielo y aquel difuso ciprés,
el cernícalo descorre el telón en el preciso instante
que su trino incendia la noche sólo con mi vida.
80 días vinieron a trasojar el corporal de tu mirada
y tu vientre fue anillo de luz y roca viva que aún travesea.
Ojo de la palabra, muéstrame ese cuerpo a brazadas
Vestida de torbellinos, tu pelvis ruega
y disoluta tus efigies y tus orillas de pureza y enjambres.
¡Oh sombra de luz¡,
Quédate embarcada a mis pelambres
Que en los vientre absoluto de los cuervos he visto el gesto,
aquel himno de la espuma retozante y la memoria mordida,
esa cresta eréctil de tu platea que ahora es una epifanía
y cerrada la sala y la taquilla, soy así de los vencidos.

El pacto es tan ardiente como la afilada cicatriz
del jazzeado amor y el anclaje del cuerpo y su sintaxis.
Carnosa es la liviandad de la garúa en el pétalo enamorado,
y el primer plano de atrapar el verso y bajar tus sedas.
o el rubor de llamarse mi arrecha flor, mi flor de guerra.
Déjame así, tras tus ojos ocultarte mis líquidos encurtidos
deja que retrate la cadencia de tus cabellos al correr
el fotograma a perfume del delirio, sus vellos y su nochería
Y aleja de la vitrola tu voz y no se tú, la lluvia no me moja.



3.

Y cae tu aroma densa como mi fermentado y ensabanado ron
un islote es este grama y el chorro de luz me desolla
sólo el sonido de las dulzuras altas son las emboscadas.
Esas pisadas a felino que sabe a exilios y carne viva.
El sueño está frente a tu horma, guiones e historietas
que locamente agita el corazón de todos, los de utilería.
Y porque no somos más que esos granujas del escarnio
ocultos en la garganta de los butacas y sus puñales.
Emergeré así del lecho y todo el resto es literatura,
repondré el corazón en el cemento,
para asumir el cortejo, tu lencería y sus cerrojos
Solo para que no salgas más de la pantalla, de estrella o de
de mi sombra y el jaque mate de mi sé
ptima sepultura.
En la oscuridad me extrañaste un momento
y nunca fuimos duros bajo la luz del día.



Tren del Sur

A Omar Aramayo


El carnaje ha tatuado la pradera
Y cosido a la totora el bramado sigilo
Silban las esquirlas en la tos del altiplano.
Los cogotes relinchan de colores despellejados
Y al acecho viaja el vértigo latigueando.
La helada de la muerte se enamora
Fatigan los zorros en sus pabellones
Y conquistados, y con la grey acechada, cávense
Cual trazo contrahecho de Lenzora.
Hielan las zampoñas en sus vinagres y
Que no haya misericordia por ustedes
Los de la guapura en los oleos de combate.
Una postal es el retrato en la Estación de Arequipa.
Una acuarela de rostros fieros pisados al anden
¡Qué enemigos de enemigos!
¡Qué seso para discretos!
En el Claustro de los Naranjos han trazado el fin
La línea entre el poder y los cuerpos reventados
Así aclara el rojo indio de ojos prodigiosos.
La columna tomará el diluvio de febrero
Y la Candelaría anudará un bendito seas al fin,
Las botas encarnecerán la cascada de lava negra
Y la trocha del agua y los muertos a empellones
Arderán en los túmulos de una patria coagulada.
Y aquella noche partieron, silbaban por no gatillar
¿Estará Martín Chambi presto a la luz del viento?
Preguntan antes que la noche los llague de zorros
Rastreando el cieno, se irán por langas a mejor vida,
La cordillera, sus ponchos, los inconfesos de hoz.



Profundo vello
[0 Guitarra con cuerda rota]



i.m. Mario Luna




Has colocado el disco del lado colosal del silencio
Y el concierto alimenta el anzuelo y surca la ausencia del eco.
El maestro Segovia rasga la plomada gimiente del venoso ron
Los líquidos afinados de espasmos y óyense los vientos
escuetos.
El aullido del lobo y los pechos forcejeados a sus espinas.
Tu mujer y la mía celebran del oleaje corpulento su eufonía
abren las ventanas y en la noche malva arde el asfalto
donde para amarse negligentes sólo se amurralla tanto
tiempo.
Son jóvenes y van preñadas por la gamuza de los guitarristas
Eliásticas enguirnaldan los hijos mordidos en la roca
Y a quemadura penetran en el deseo bruñido a saliva del aguijón.
Tu mujer oye Aranjuez y te besa cual velero zurcido a su océano,
La caligrafía de la mía es a la ceniza una araña que retuerce
su astilla.
Ambas danzan escamadas azulinas sobre el muelle sin
rastros de sol.




Placa de Nasca



Eres una ciudad que le mar asedia,
Una muralla que la luz divide
En dos mitades de color durazno,
Un paraje de sal, rocas y pájaros
Bajo la ley del mediodía absorto.



Piedra de sol, Octavio Paz




Agua que raja el litoral de las herencias
El filo de la costa escribe en la resaca
Una ola sanguinolenta baña el cuerpo peruano.
Yo hundo el anclaje de luz en tus espejos
Vórtice de lo profundo en el país del abismo
Tesitura del gemido en las algas de sus carnes.
El Zócalo de la patria es la médula falaz
Los albatros cruzan al Este del anverso
Y las arenas tinieblan los ojos nacionales.


Agua que raja el cangrejo de la lírica
Nación permeada por sus ingles submarinas
Carga el planeta la nota colectiva de sus amos
Y el peruano escribe «vivo» a salud de la lengua.
Sumerge la utopía el desencarnado Dios y su enaguas
El cetáceo cruza los dedos y se teje sol adentro
Su esperma es el elogio, fruto del océano y candelabro.
Cómo se muere en dignidad sin dejar de morir tanto
Si debajo de sí, cada cielo sala la tersura del peje.
Garúa en el Perú muérdase el Monitor y sus embarazos
Hágase a la mar la robustez de la patria que nos nace
Y cúlpeme de branquias como uñas y matar muriendo.


Baste ver su líquida cresta endurecida y amoral
El cardumen en su paginal archivo de escudos mojados
Es el arpón en el orgullo marino y la brisa geometral
Las olas impuras de maduro azogue contra el timonel
Tibieza de escamas en la rosa carnal de su cielos
Codo del destino sumergido en su pulpa nacional
Déjanos que suelde el desconsuelo y el ramalazo espumador.
Sol enloquecido --¡Ah! pedazo de mundo—remo de su espacio
Baste ver la fertilidad, sus enigmas del bajamar y menos.


Cabuyas


Hotel de Chala



Me limito a poner esa frente
ante ustedes, léala quien pueda.
La Pradera (LXXIX), Moby Dick
Herman Melville


Agramáticos
en la garganta inmortal del farallón
que en comba clava las perladas
escamas de la mar
cuyos domos de yodo dejan en la virginidad
del horizonte liquidado
un agua fuerte elástico y de acero,
tu nombre y el suyo –por supuesto,
yemados por las olas de geometría prístina
tremolados y de vieja rapiña, permanecen
agramáticos.


Balaustres –el diseño—la terraza.
Estoy colocado en mi exacto a las once
Mi propio correcto ante la primera botella
Y entre la playa –ciruela pardusca—y mi vaso,
El grado cero en el filo del asfalto
Se hace montaje en un hilo de dolor.
Sin molduras olvidado el sol clavado en la nuca.
El edificio no va del dórico al corintio
Y mi corazón corrugados –que es cierto—no olvida
Es allá, erizo reventado en salitre
Tras el crestón ocre que otra camanchaca borra
Y/o conserva boqueando con pasión
Que saja una osamenta más torpe.


De mi pie al cuello tose un hirsuto valle
Y una leprosa guirnalda de algas aborrece.
Se pudre el astro yeminal y no me quisiste,
Renacentista es tu desabotonado corazón
--el arenal es así ¡Itaca, Itaca¡--
Y permanezco estalagmitado y apuro otro brindis
Cuan extraño senador al ocaso
Vinoso, exhumado por las acezosas aguas
En mi trono fétido de tormenta babosa
--extranjero de conga y terno blanco—
cuando legislan el musgo y la mala leche
y el peje cumple con escasear de vez en vez
solimán –del día más caliente de la sangre.


El sema innombrable en el texto es hoy leído
En otro cuerpo y en otra voz con fuego contra
Natura y el deseo –el acto—escrito enciende
El sentido y estigmatiza al lector ideal dos mil
Días después al auténtico conector de los cuerpos
Y explotan los espacios no permitidos que aquellos
Fotogramas no logran encuadrar y el equilibrio de
La contrariedad del eje amoroso dolorosamente
Convierten al deixis prohibido en opuesta escritura
--la isotopía de la traición—y el hedor de otra
estructura es un eje de deseo del programa demoníaco
que tu discurso patentizó para enloquecer a Dios.



En justicia, La Encyclopaedia Británica no la acepta
Y en el cobertizo de greda aparece fayedunawayisada
Perfecto blow up para una perraza
Y en la habitación contigua aromea el vino
En un violín rijoso y trasojado.
Pero fue bella y fresca y escapada de los prados
Lo sé; he masticado su vicio en A mayor
y su incapada y esmaltada cabellera anoche
--de arquitectura posfuncionalista—
anegándome por las rendijas de luz
reptila de mirada contra vientre y natura
yambalista con la llaga viva de tenazas
de sábado, arañas y mortajas.


Bajo a almorzar correctamente borracho
Ahorcando mi pañuelo digno a esperma marina.
Definitivo, este bar no es El Floridita
Y me sirven una nube preñada y blanca
Mi lápida que el peñón caligrafía en el ceruleo mal
He devorado las 97 corvinas de ojos maternales
En la gran mesa donde fuiste negociada.
Dos niños de lengua extraña bajan a la playa
Los espió desde mi ángulo trapezoide
Tramoyado en lujuria y el tinglado de yute
Tras el gran ventanal latigueándome a los cerros
Sin enemigos como una erecta estrella de mar
Siempre desnuda y ser pasto.



Bajo un semáforo ciego de sol rupestre
Mis cueros han barnizado las islas de tus muertos
--asmático tríptico de orgasmo a gata—
y tu trazo fenicio a modelo de Thierry Mugler.
Porque del quattrocento hurtaste el rancio rubor
De los crustáceos desollados y viciosos
Y en la sala de espejos fui polvo amarillo
Que un barman catalán barrió para la luz del oleaje.
Pishtaco hociqueante he devenido baldío
Y hallé tu edad dearreada tras la curva,
El ideograma que te cortejaba fue cecinado
¡Hagámoslo por última vez bestia mía¡
o me hiela un penúltimo Aznavour en el anverso.


Y henos aquí ornados con piel de crisantemos
Tu fiel Sifu contornando sus alabastros
Guiño cotizaciones pesadillado y arden mis odres
--quimeriza la roca renegrida por el agua—
y la maldita sal sólo supo querellar nuestro vino.
De ignotas pensiones recogí sus tres postales
Fue mujer delicada, arrecha maculaba las estrellas
Que invitábamos agonizar desde la orilla cremada.
Fue otoño y la cal umbilical picoteo mis iniciales
La ribera muerta ¡que menguante¡ y mi linaje.
En los riscos siestea el escurrido pez gallo
Y devine extirpador de idolatrías, yo lo sabré
Mi coto y mis despojos, peste de las mujeres.


Yo fui el augur ciego y privado
Acariciando el luctuoso anillo de cuero
Y las glamorosas sábanas de cristal
Donde culean el amor y el enmierdado verduguillo,
estaqueándome en este océano hervido
en las viejas espumas del bar mar
ahogando tu repugnante singlatura, tus fricativas
y no podré olvidarte.
Era el crepúsculo del crepúsculo todavía
Mientras el altano silbaba entre los juncos
Yo entreabrí las celosías cuando fue noche ya
E invité al desnudo violín
Y homerizado lo poseí.




Cuarto de caza

[a la manera de J. Alfred Prufrock]




1.




Y otra vez esa lengua en mi boca, el óxido
de tus vapores como esa niebla, la atarraya a sotavento
Aquel fraseo que cuela el tedio y no halla la luz
Qué hago para olvidar esa mañana entre las piedras
El mar que tasajeaba nuestras orillas de oleadas pardas
Tu advertencia del odio precoz y sus alzadas primaveras
Los crustáceos podridos y su tufo al barro desconfiado
El oleaje es pleno en perplejidad según su lencería
Yo que te nadaba en sílabas de los polvos repentinos, y
Los veraneantes nos desafían en los muelles de cenizas.
De la mano, extendidos en la arena, junto a ti y a mi
Qué cielos le daban ese tinte caramelo a tu mirada.



Y otra vez el cuerpo fresco cual papiro sin encantos
Ese espasmo a gorrión traza curvada la mañana
Marchito del lenguaje de mi pellejo asas memorizado
Vientos de abril, cometa del primer hijo. Qué de fotos y acné
Ese verano desollaba el montepío del amor huesudo
Y cuán viejos descubrimos las constelaciones del asombro
Tu mirada a vajilla petrificada, aquel sebo de rutinas
Y uno exigiendo que se marche la marea y tus galeones
Al sur, instalados en la mar del ciento por ciento
Frente a las fuentes del ojo de pescados vi tu lágrima
Y una historia que no acabo de saber por más señales
Vida de mierda como una tarde de pañales y agua de azahar.


2.



Tengo 30 años, 3 hijos y un hombre que no regula mi ciclo
Un buen hijo de puta que me penetra hasta sangrarme
No encuentro su cara ni cómo voltea mis esperanzas.
Es ducho por las mañanas y me duerme su olor a cerdo.
Sí, su infierno de quincenas me atan a su cabalgadura
Como mi hociquillo dolido ama su infierno si no existiera.
Su miembro a ese almidón del nunca más profundo.
Hombre de lengua infecta, tóxico de mis alumbres.
Tengo 30 años, más de lo que envejecí como un chal
Un deseo circular cual constelación desde mis ovarios,
Me importa un rábano sus úlceras si nos ahogamos al fin.



Las sirenas tras la tormenta entre sus piernas, el cielo rojizo,
Tu baba a nínfula es costra de este hoy en los diarios
abro mi bragueta, meo, y ella de hinojos recibe un himno
Losa de ignoto amante en zapatillas, qué de orgasmos
Cuando así le falló el aliento, llorada se soñó en cruz
Madre de pecho, cal de su grey, puja y otra vez las sirenas.
Era noche entonces ¿vives con el? --ese tigre impío.
alzaste el teléfono, dormía el niño y oí tu voz carnuda
Tus labios colorados, el aliento a caracola de ciego novio
Y jamás corazón más cuerdo estuvo en el vivo peligro
Ni su penetrado húmedo, ahogado, goteando en el vacío.