martes, 23 de enero de 2007




Placa de Nasca



Eres una ciudad que le mar asedia,
Una muralla que la luz divide
En dos mitades de color durazno,
Un paraje de sal, rocas y pájaros
Bajo la ley del mediodía absorto.



Piedra de sol, Octavio Paz




Agua que raja el litoral de las herencias
El filo de la costa escribe en la resaca
Una ola sanguinolenta baña el cuerpo peruano.
Yo hundo el anclaje de luz en tus espejos
Vórtice de lo profundo en el país del abismo
Tesitura del gemido en las algas de sus carnes.
El Zócalo de la patria es la médula falaz
Los albatros cruzan al Este del anverso
Y las arenas tinieblan los ojos nacionales.


Agua que raja el cangrejo de la lírica
Nación permeada por sus ingles submarinas
Carga el planeta la nota colectiva de sus amos
Y el peruano escribe «vivo» a salud de la lengua.
Sumerge la utopía el desencarnado Dios y su enaguas
El cetáceo cruza los dedos y se teje sol adentro
Su esperma es el elogio, fruto del océano y candelabro.
Cómo se muere en dignidad sin dejar de morir tanto
Si debajo de sí, cada cielo sala la tersura del peje.
Garúa en el Perú muérdase el Monitor y sus embarazos
Hágase a la mar la robustez de la patria que nos nace
Y cúlpeme de branquias como uñas y matar muriendo.


Baste ver su líquida cresta endurecida y amoral
El cardumen en su paginal archivo de escudos mojados
Es el arpón en el orgullo marino y la brisa geometral
Las olas impuras de maduro azogue contra el timonel
Tibieza de escamas en la rosa carnal de su cielos
Codo del destino sumergido en su pulpa nacional
Déjanos que suelde el desconsuelo y el ramalazo espumador.
Sol enloquecido --¡Ah! pedazo de mundo—remo de su espacio
Baste ver la fertilidad, sus enigmas del bajamar y menos.

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